Alberto T. Estévez

Oficinas (Sabadell, Barcelona)

1989-1991

Érase una vez, en Sabadell, en la estrecha callejuela de Horta Novella, un pobre huequecillo cuyo propietario pretendía cerrar sin preguntarle ni su opinión (algo que por otra parte no suele ser habitual). Bien, pues para ello una sola fachada y una cubierta hubiesen sido suficientes. Claro que el presupuesto disponible no daba para más. Por eso, cuando se le presentó el proyecto (compitiendo en concurso restringido con otro) no se lo pensó dos veces, e incluso -tan contento- pagó puntualmente los honorarios completos mínimos (por mínimos) del arquitecto. ¡Increíble! Mientras, éste, para realizarlo había estado escuchando lo que el huequecillo deseaba: pero no sólo eso, sino también lo que le gritaban sus nervios*.

Por un lado, con una acera de algo más de un par de palmos, la calle no es apta para pasear, y se utilizaba masivamente para pasar, por encima del límite de velocidad permitido. Así que era interesante que se respondiera también dinámicamente, con una composición que enfatizara tal intención, de dominante horizontal, paralela al intenso tráfico, y acentuada al configurarse como grandes placas a rompejuntas: todo en blanco (con los huecos en negro), claro, que es el color que mejor queda bajo nuestro cielo azul mediterráneo.

Naturalmente, en estas circunstancias, hubiese sido hasta una injusticia el que la obligada posición de la escalera en el centro (decisión tomada por razones funcionales y pragmáticas, de ahorro de superficie, polivalencia en los posibles usos futuros, y demás «mandangas») hubiese marcado una impeninable simetría versallesca. Con lo cual se estableció una auténtica batalla para solucionarlo (ni mucho menos mayor que la desencadenada contra el ayuntamiento para conseguir el permiso de construcción): horizontalidad, asimetría, dinamismo. completado con el ligero movimiento en la tercera dimensión (la profundidad), que se logra al variar estratégicamente la posición de la carpintería, de la superficie del paramento a su interior (el pasar daría la cuarta, y el reloj de la torre las cinco, cuando nos sirvieron el té). ¿Happy end?

* Parafraseando (y no tanto) el título de «El hombre con nervios modernos», legible desde la página 228 del tomo II de la publicación ADOLF LOOS, «Escritos», Madrid, El Croquis Editorial, 1993, heróicamente traducido del original alemán por Josep Quetglas, que tuvo a bien compartir tal engorroso trabajo con Alberto Estévez.