Interiors

1 – Oratorio de la Universitat Internacional de Catalunya

Alberto T. Estévez con Manuel Abad (colaborador de dirección de obras: Guillém Carabí)

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Oratorio de la Universitat Internacional de Catalunya

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona) 1999-2000

 

Proyectar un espacio cuya función de por sí es sacral tiene un aliciente singular: evidentemente, en el bien entendido de que se pretende buscar un espacio contemporáneo, ni pintoresquista, ni relamido. El reto estriba en que ese carácter sagrado se debe alcanzar desde la materialidad de la construcción misma, y esto nos transporta al origen más genesiaco de la arquitectura, a la primera piedra levantada sobre el horizonte por el ser humano desde una necesidad no física. Así pues, para lograr esa sacralidad se desplegó un espacio complejo, de difícil aprehensión inmediata, de horizonte quebrado; que dejase su percepción con los suficientes rincones ocultos, siempre perdiéndose por el fondo y en las sombras; que consiguiese evitar el ser controlado. Esto además solucionaba varias cosas a la vez.

Primero, un emplazamiento accidentado por espacios vecinos, por un patio de instalaciones y por dos pantallas de hormigón (estas se aprovecharon para alojar la biblioteca entre ellas): ahí dentro el espacio del oratorio se iba dilatando hasta ir chocando y enganchándose a sus límites. Luego, la posibilidad de crear pequeñas «capillas», concavidades que ofreciesen intimidad individual al usuario, que se convertían en un enriquecimiento funcional. Por otro lado, para contrarrestar también el bajo techo preexistente y su aplastante efecto sobre un gran espacio, se instaló un dinamizador cielo raso de placas triangulares que siguen ondas regulares de movimiento, pero colocadas de tal manera que -de nuevo- se hace difícil controlar las leyes que las han engendrado, escapando pues también del control humano. Ahora bien, ese espacio vacío en un principio se quiso poblar de «vivientes», de manera que aunque asistieran pocas personas el conjunto no se viese desolado. Para ello se buscó un tipo de asiento que propiciase un paisaje de orantes eternos e inmóviles. Algo que se encontró en la silla Gaulino, para la que se diseñó (de acuerdo con su autor) un reclinatorio que la ha descubierto como ideal para espacios sacros. Esto cumplió además con la voluntad de un uso del espacio neutro y flexible, sin pasillos secundarios propiciados por los consabidos bancos eclesiales.

En la creación de todo este ambiente tiene también un papel importante la traslucidez suave de alabastros retroiluminados, los grosores verdes de vidrios y la utilización de las técnicas actuales de la publicidad para crear a tamaño natural (nunca figurillas pequeñas) lo que en otras épocas eran las vidrieras en las iglesias: toda la luz proviene de la fuerte presencia de la imaginería, escogida con toda la intención iconológica y complementada por numerosos textos. Entre pliegues y repliegues, la figura final de tal espacio orgánico, bien visible en planta, más se parece a uno de los ángeles de Paul Klee.

2 – Administración de Lotería «Boira» (Barcelona)

Alberto T. Estévez

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Administración de Lotería «Boira» (Barcelona)

1986-1987

 

En una calle estrecha pero de bastante circulación, en la parte alta barcelonesa, había que situar una administración de lotería. El local, rectangular y profundo, se abría a la calle a través de un enmarcado de molduras de piedra artificial.

Antes se alojaba en él una sastrería que tenía todo el techo pintado de negro, y conseguía hacerlo desaparecer al quedar las paredes de un blanco evidente. A ella se debía acceder bajando tres escalones desde el nivel de la acera.

Así se entró al proyecto de este establecimiento, por un lado con una carga emocional predispuesta a la radicalización de los resultados, y una agresividad de partida que se concentraría en la provocación del transeúnte. Provocación, con la vertiente funcional de llamar la embotada atención de la gente, que pasará tanto por la acera como en automóvil. Dos velocidades a las que atender, para que el público se dé cuenta de la existencia de esta venta de lotería.

Entonces llega el elemento más importante, a aplacar aquellas realidades íntimas, y las otras más prosaicas. Se trata de la puerta de entrada al recinto. Antes, hay que hacer notar que había una voluntad clara de facilitar al máximo el acceso desde la calle, para que la compra no requiriera ni el más mínimo esfuerzo. Para ello se levantó todo el suelo de la zona de ventas, desde su nivel primitivo, dejándolo a la misma cota que el exterior. Así sería esta tienda como un ensanchamiento de la misma acera, ya que además no haría falta ningún cerramiento estanco, por querer dejar toda la zona abierta. El vendedor queda protegido del clima al estar cerrado por el obligatorio vidrio antibala; y el comprador no necesita un especial ambiente de confort, pues la adquisición de números de lotería es una operación rápida, que se realiza con la misma ropa usada para ir por la calle. Con estas condiciones se diseña la gran puerta que quedará siempre abierta, en el periodo de venta. Concluido éste, quedará cerrada. Será como el sustitutivo de la persiana metálica arrollable corriente, sólo que detrás no necesitaría otro cerramiento.

Básicamente se trata de que se abra con un eje horizontal, paralelo a la fachada, y que permanezca colgada, sin dejar rastros de premarcos ni bisagras a sus costados, quedando éstos intocados y limpios. Es querer dejar claro como puede una puerta así convivir con unas molduras a su alrededor, de forma flotante y ligera, quedándose a pocos milímetros de ellas. La puerta cerrada será agresiva, para proteger su interior; queda inclinada, amenazando con caer encima de quien se acerque demasiado y aplastarle; muestra sus uñas como un tigre gigante. Al abrirla sus uñas se irán escondiendo y acabará convirtiéndose en una pacífica marquesina, que da una amable sombra tamizada sobre el umbral. A la vez la puerta abierta es una gigantesca flecha indicadora que se mete dentro, pues las cuatro dobles costillas que la estructuran, junto a las dos de los extremos, son triangulares hacia el interior. Aparecen aligeradas con perforaciones circulares en línea, y colgadas por cuatro perfiles también triangulares, pero que se doblan hacia fuera para salir como garras, haciendo una contraforma a las costillas triangulares. Estas se fijan entre sí por el tubo cilíndrico que contiene el eje dentro. El eje se desplaza algo hacia afuera dando la inclinación, y permitiendo sacarlo cuando sea preciso. La consistencia y cierre final las da la enorme plancha metálica, perforada con pequeños cuadrados, que se suelda exteriormente a las costillas triangulares. Todo queda contrapesado, siendo su apertura muy liviana, y soportada por una viga «T» atornillada a la jácena de hormigón superior.

La puerta dará el primer giro alrededor de una de las tres dimensiones espaciales. Otras piezas lo harán alrededor de sus perpendiculares: la mesa en eje ortogonal a la fachada, y los tubos en eje vertical. De alguna manera, se intenta así abarcar todo el espacio, atravesándolo virtualmente en sus tres dimensiones.

En el interior, el espacio en su sentido longitudinal, se va fragmentando en cinco subespacios menores con elementos muy débiles (malla metálica, jácena y pilares, vidrio, cortina de canutillos y tabique de madera) y éstas son, respectivamente, la zona pública, zona de venta, taquillas, oficina y trastienda, vestíbulo trasero. Sólo el techo, negro brillante, en recuerdo de la antigua sastrería, lo unifica todo. Y este color va a ser el determinante en todo el posterior desarrollo.

El negro va ir convirtiéndose en profundo, amable, agresivo, elegante, mudo o hablador, según los tonos que vaya adquiriendo. Y con esto logrará además controlar el color, pues sólo aparecerán tres puntos de color: amarillo, azul y rojo, en cada uno de los tres pasamonedas pedidos para las tres taquillas del programa. Son tres colores básicos que se hacen corresponder con las tres formas geométricas puras: círculo, triángulo y cuadrado. La relación hace encajar la forma y el color, adscritos a la divinidad (círculo y amarillo), a la tierra-materia (cuadrado y rojo), y a la pieza de unión entre ambas y lo aéreo (triángulo y azul). Fascinación entre lo esencial, lo sublime y simple. Y a cada una se le da también una de las tres dimensiones: representadas en los giros ya mencionados con los que se componen las tres piezas: el círculo de la mesa, el triángulo de la puerta, el cuadrado de los tubos.

Se intenta así introducir el macrocosmos en el microcosmos, introducir toda la historia y los conocimientos en un pequeño retal del mundo, un breve resumen en versión negra: muerte o nacimiento, pues nunca se sabrá si fue oscuridad del ocaso o del alba.

Y en toda esta atmosfera, casi como en un laboratorio, en un ambiente tan milimétricamente controlado, aparecen las últimas salpicaduras (o las primeras) vivas: unos puntos verdes diseminados, hojas vegetales sobre fondo negro-mate, que quedan petrificadas bajo ellas en pedazos de mármol verde. Y este final, o principio de vida (imposibilidad de conocer hacia que dirección corre el tiempo, por nuestra fugacidad terrena) queda señalado en aquel laboratorio con la marca, origen de coordenadas, cruce de ejes, un par de trazos blancos en el suelo por medio de tiras estrechas de mármol incrustado.

Tras pasar el subespacio que forma la plancha metálica de la puerta-marquesina, como un cielo raso más bajo, se entra en la zona pública. Es un espacio que tiene la pared izquierda negra-mate y la de la derecha muy rugosa, del mismo tono. Por el contrario todo queda reflejado en el techo y en el suelo que son negros brillantes. Éste último es un terrazo muy fino, continuo, con una levísima malla para evitar fisuraciones. Lleva mármoles blancos y verdes incrustados, como las cuatro «vías» por donde se desliza, algo inclinado (aumentando la tensión espacial), el mostrador. Es el elemento que centra la atención del conjunto. Con un tablero superior muy grueso y brillante, en el cual se embeben unas tiras de mármol negro (como surcos hechos con cuatro dedos gigantes), y las tres formas de colores de las taquillas.

La base es rugosa y mate, también con esos cuatro surcos brillantes de mármol. Queda bajo un elemento estructural de hormigón visto, jácena y pilares. Casi el único que se distingue en todo el ambiente negro. Funciona como un portal o soporte, algo que con toda su fuerza impide el colapso del espacio y su desaparición. Casi es ese elemento el que crea el espacio, al hincharlo desde dentro empujando paredes y techo. También esconde los focos que iluminan la zona de venta. De fondo cuelga una cortina blanca de canutillos que dan una textura muy atractiva. A la vez facilita el acceso, en cualquier punto, a las estanterías que oculta detrás y que pueden quedar, por lo tanto, en un comprensible desorden. La oficina, con la caja fuerte, tiene un pilar y una jácena que se despegan de la pared negra-mate, al puntearse con pintura blanca. Ese mismo punteo es el que cubre la pared contigua a la puerta de entrada, concentrándose en la parte superior para formar una frase pacifista de una canción, mensaje subliminal que hace entonar la música subconscientemente, y acompaúa a partir de entonces al cliente. Enfrente se halla la mesa de metacrilato volada desde unos perfiles semicirculares, levemente soportada por cuatro varillas curvas. Todo se va pintando en blanco y en negro, mate o brillante. Sobre ella cuatro bombillas, sin elemento de transición, en la pared rugosa, con esa curiosa sensación de poder roscar algo dentro de una pared, como si fuera una alcayata para soportar cuadros.

Debajo de la mesa aparece un agujero en el suelo del que sale luz, para recordar el antiguo nivel de la tienda. Encima de él un conglomerado de hojas verdes, rodeado de mármoles verdes. A un lado aparecía un bajante, que pedía imperiosamente ser disimulado. Así se le acompañó de otros dos tubos de distintos diámetros, todos pintados en blanco brillante. Nunca se sabrá que allí había un bajante auténtico, pues se les ha dotado de un pie «juguetón e ingenuo». El más grueso tiene un punteado negro, el más delgado unas líneas negras alargadas, y el otro unos cuadraditos también negros. La forma en que están dispuestos lleva hacia la puerta de entrada de las taquillas, y siguen dando peso -ocupando espacio- en la pared rugosa, que es la más metida hacia un lado, además de corresponderse con un leve giro del mostrador, respecto a la jácena.

3 – Óptica (Opticentro)

Alberto T. Estévez con Jose Colomer y Xavier Olivella

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Óptica «Opticentro» (Cornellà, Barcelona)

1985

Delante de la plaza Catalunya de la ciudad de Cornellá, ciudad del cinturón metropolitano barcelonés, en un bloque inmenso en altura y longitud, había que situar una óptica. Este edificio es uno de tantos en una zona como esta, tremendamente masificada y agobiante, donde la especulación y la nula sensibilidad la han convertido en hormiguero insoportable que embrutece al ser humano, negándole el más mínimo derecho a soñar. Así, rodeado de este entorno, se partió con el ánimo desolado y rebelde, pero impotente para llegar a influir en algo. Esos sentimientos quedarían ahí plasmados de alguna manera.

Este establecimiento iba a tener dos maneras distintas de verse. Una desde la plaza, o sea de frente y a distancia, y otra desde la acera, o sea tangencialmente. Ambas formas serán tenidas en cuenta. La primera abriendo la tienda en toda la altura posible (antes, como en los negocios vecinos, había unas tapas con toldos y carteles que rebajaban considerablemente el hueco que da a la calle), y con unas letras muy amplias en la parte superior. La segunda con una señal-rótulo y con los diferentes planos que invitarán a introducirse. Aparecen también unas gafas volando, de neón blanco (el color de la luz), que no quieren alinearse con ninguno de los dos ejes, precisamente para servir a ambos: el perpendicular a la fachada, visión desde la plaza, y el paralelo a ella, vista tangencial desde la acera.

En general es un espacio único, que se halla contradictoriamente dividido en dos aberturas simétricas en fachada. Con lo cual se plantea el primer problema: por que lado se debe entrar… En principio es tan arbitrario entrar por la derecha como por la izquierda… Se debería entrar por el centro a un espacio único como éste, pues no pesa más un lado que otro en un alzado simétrico. Una vez decidido esto ¿cómo debería ser la puerta? Pues abrir hacia la derecha o hacia la izquierda será igual de arbitrario, y si se coloca una puerta de dos hojas siempre será una la elegida para entrar, la otra queda quieta. Es evidente que la puerta debe abrirse toda a la vez… y así se hizo: una puerta de 1,60 metros con eje vertical dividiéndola en 1,20 y 0,40 metros, y que al abrirla responde toda ella, ayudada por un muelle especial en el suelo. Resuelto el dilema de la entrada, ésta se hará a través de diversos planos. El más exterior lo forman dos grandes marcos cuadrados de perfil metálico, incrustado entre los pilares de hormigón. Quedan más bajos, sin tocar la jácena superior para enfatizar así el hecho de estar clavados a la fuerza, mostrando a la vez de forma más clara el plano virtual de la fachada.

El segundo plano que se encuentra el cliente es de vidrio, ya remetido para facilitar el curioseo más protegido. Este va limpio, sin carpinterías, de suelo a techo, y de pared a pared. Sin embargo tiene la firme voluntad de negar la vulgar desnudez que se aprecia en todos los escaparates de todas las tiendas anónimas. Evitará que se vea todo transparente al matear el vidrio de forma débil, al ácido. Esto se hizo persiguiendo una de las sensaciones más impactantes. La gente habría pasado por delante de una tienda que tenía su cara borrosa, menos dos cuadrados de 90×90 cm. transparentes, centrados en los dos marcos exteriores. Justo detrás aparecen unas vitrinas de 45×45 cm. (cubos de metacrilato sobre un mueble-podio) que contendrían escasos objetos. La repentina nitidez puntual, en el camino del espectador, habría actuado como dos relámpagos sobre su embotada atención. Pero la falta de comprensión hizo que las medidas quedaran en 180×180 cm., perdiendo totalmente su efecto. No obstante, la sensación, eminentemente óptica, se sigue dando detrás de estos mateados al ácido. Los objetos muy cercanos a ellos se ven enfocados, mientras que la claridad se va perdiendo a medida que se alejan de esta superficie. Acaban convirtiéndose en manchas de fondo, estáticas o en movimiento. Es ese juego nítido-borroso típico de una óptica.

Con todo esto se cumple que para los planos se use vidrio, y para las líneas metal (pintado del tono verde que se suele apreciar en los cantos del vidrio). Así se sigue esa voluntad de utilizar los materiales del óptico.

Aún quedará un plano en la entrada. Este lo forman unas cortinas levemente grises, que dejan un subespacio -con focos de cine en el techo- dispuesto a escenificar los escaparates de manera teatral. De ahí ya se llega al espacio interior de la tienda. Pero antes se habrá atravesado un pórtico estructural tras la puerta de ingreso. Este soporta un altillo (que existía, antes, bajando considerablemente el techo, pero que se ha cortado, sin dejarle llegar al vidrio por delante ni a la pared posterior por detrás), y un baldaquino de plancha metálica perforada en cuadraditos. Como todo lo metálico, pintado de verde.

El baldaquino, que con el pórtico marca un umbral, y dos mínimos contrafuertes verticales de vidrio, resiguen todas las juntas entre pieza y pieza de vidrio, confiriendo una imagen de rigidez al plano de la fachada y al eje de abertura de la enorme puerta.

El pomo-tirador «To», especialmente diseñado para la ocasión, se sujeta en la puerta. Se inspira en la imagen del aldabón que golpea para llamar. De esta forma produce un tono que podría ser musical, y una deformación o movimiento. «Este tono se transmite al interior y se acude a la llamada para abrir». Así, el pomo tiene una esfera, pensada para empujar la puerta. Mientras, un perfil metálico facilitará el estirarla desde dentro. Esta esfera deforma en una curva otro perfil, y «transmite» el supuesto tono al interior, a través de otra curva ampliamente delineada que acaba en la «caja de resonancia» cúbica. O sea, aquí el juego será una esfera y un cubo del mismo diámetro que buscan relacionarse a través de la línea fina. Y como toda la madera, se pintará el cubo y la esfera en un neutro gris perla.

Una vez dentro del espacio se observa que existen dos ejes de simetría perpendiculares entre sí, que lo que hacen es darle mayor autonomía e independencia al espacio, y como consecuencia lo aíslan de un entorno repudiable. Un eje de espacios «positivos», dejando a la izquierda la zona de ventas y a la derecha la zona de pruebas. El otro eje es de espacios «negativos», que permite elevarse el espacio por la zona escenográfica del escaparate y por la de la trastienda (delante y detrás respectivamente), y esto se consigue al haber cortado los extremos de este altillo, que deja el techo de la zona de ventas en el centro, más bajo y recogido. Toda esa zona queda estructuralmente como una losa soportada por un pilar central, una gran «taula» menorquina. Espacialmente es como un iglú, blanco, bajo, confortable, recubierto de piel blanca en tiras perpendiculares a la fachada tanto en las paredes como en el techo.

Pues resulta que, para huir de un negocio protocolario, se ha buscado un espacio doméstico: así irán apareciendo distintos elementos que nos recordarán cosas conocidas y usadas cotidianamente. Por ejemplo, la zona de ventas se articula no alrededor de un mostrador, sino de una mesa de comedor, sobre una alfombra y con sillas de comedor. Su altura y anchura serán 70 cm., corrientes para este caso, y no más como en otras tiendas. La rodean cortinas y armarios. Y la zona de pruebas tiene una pequeña zona de espera, como si contuviera la esencia de un estar: alfombra, cortinas, y unos cómodos asientos, pero en forma de pufs cúbicos de piel blanca, muy amplios. Lo remata el suelo, con un despiece de parquet de madera, como en cualquier hogar, pero cuya organicidad ha quedado petrificada en forma de mármol. Es pues en realidad un elegante pavimento de retales estrechos, de distinta longitud de mármol blanco reciclado.

En general, se ha procurado el control de la forma y el color. Todo el ambiente es blanco con algunos grises neutros, y sólo unos fuertes tonos cálidos granatosos se concentran en las alfombras y tapicerías de cuatro sillas. Estas piezas son las únicas con formas no abstractas. Aparte conviven los verdes de los cantos de vidrio y de los metales pintados.

Por último, una pieza de culto totémico, protectora del comercio delante del cual se sitúa, y a la vez pensada como reclamo subliminal que concentra todas las atenciones dispersas de los transeúntes.

Carnes rasgadas con marcas y ojos sanguinolentos, y huesos -costillas- blanqueados al sol. Cadenas que aprisionan a la bestia.
Funcionalmente las costillas evitan que no se entre por el lado incorrecto de la tienda, y muestra de día el rótulo del comercio que se extiende hacia afuera, gracias a estar contrapesado, ya que de noche al bajar las persianas éstas lo empujan hacia adentro permaneciendo a resguardo.

5 – Secretaría del departamento de Hª del Arte de la UB

Alberto T. Estévez 

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Secretaría del departamento de Hª del Arte de la UB

(Barcelona) 1994-1995

The program given the Art History Department a the University of Barcelona, for the reform of the office deals with the intention to create a section of archives by enlarging the warehouse capacity. At the same time it desires a certain rationalization in the appearence, and a freater intimacy that offers working concentration in the office. The reduced budget gives an absolute contained premise, something that facilitates a coherent result with a desired severity.

The preexisting space is a dominant semi-circle; for a clear perception of this space, the furniture is removed from the curved walls wich leaves the space open. Nevertheless, by moving the workspace closer to the windows, there is an advantage of natural light and views to the exterior, thus improving the uality of life. And so, this intends to place a major emphasis in this area; and at the same time it constructs the archive space, with the already existing elements (ample closet space and shelves) in the darker area opposite of the windows.

This clear and rational zonification is realized or completed with one element; a large «floding screen» dividing the two zones: a limited and minimal intervention, that solves all problems in one single gesture.

The «folding screen» is conceived from a broken line; this line is best-fit for the composition with the preexisting circle, and it emphasizes the slanted upper cut, rising from the back towards the area of the windows, from a height of 2,00 meters until it practically touches the ceiling. All of its panels can unfold. Because of budgetary restrictions, heterogeneous furniture would be more profitable. In any case, the «folding scrren» hides them wich in turn rationalizes the appearance of the whole area.


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Esta reforma de la secretaría del Departament d’Història de l’Art de la Universitat de Barcelona, trata de crear un archivo de departamento, con la ampliación de la capacidad de almacenaje; a la vez, se desea cierta racionalizacón en la apariencia del conjunto, y una mayor intimidad que permita la concentración laboral en la secretaría. El reducidísimo presupuesto da como premisa la contención absoluta, algo que facilita un resultado coherente con el rigor que se desea.

Debido a que el espacio preexistente es de dominante semicircular, para una clara percepción de este espacio se dejan libres los cerramientos curvos. No obstante, no resulta de tanta calidad de vida la acumulación de las funciones de trabajo justo en la zona opuesta a la principal entrada de luz natural, donde también se hallan las vistas al exterior. Así pues, se propone dar mayor émfasis a esa zona junto a las ventanas, como polarizadoras del espacio de trabajo, a la vez que se construye la zona de archivo -con los armarios y estanterías preexistentes- en la zona más oscura.

Esta zonificación se llevaría a cabo con un sólo elemento, un gran «biombo» separador de ambas zonas: intervención que permite con un único gesto la resolución de todos los problemas a resolver.

El «biombo» se concibe a lo largo de una línea quebrada, también como única capaz de enfrentarse correctamente a la circular preexistente. Y se enfatiza al cortarse en su parte superior de forma inclinada, creciendo desde el fondo hacia la zona de ventanas, desde una altura de 2,00 metros hasta rozar el techo. Todos sus paneles pueden abrirse. Por razones presupuestarias se hace necesaria la conservación de todo el heterogéneo mobiliario «de aluvión» preexistente. Entonces, el «biombo» proyectado sirve también para ocultar detrás suyo, en el espacio secundario y cerrado del archivo, toda esa amalgama de armarios, estantes y archivadores, logrando así la racionalización en la apariencia del conjunto.


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6 – Casa Castellvi

Alberto T. Estévez con Julio Pérez-Catala

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Casa Castellvi (Barcelona)

1989-1990


 

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En una tipología corriente de casa del Ensanche barcelonés de los años sesenta, se introdujo el concepto de fluidez en esta reforma. También se instalaron armarios-alféizar que facilitaban el deslizamiento de la luz exterior, aumentando la reflexión y disminuyendo el deslumbramiento de las ventajas preexistentes. El color se introdujo exclusivamente mediante texturas naturales rojizas y rosadas de la madera de jatova y de haya estofada respectivamente, en un fondo general blanco.

Asimismo, el contrapunto en cada espacio lo dan fuertes texturas «ecológicas» de paneles de hojas, pieles de animales de granja, superficie alabastreadas, etc. Se cultiva la sorpresa, sobre todo a través de la «abstracción funcional» de los armarios, que carecen de huellas para verificar su forma de uso. Y aparece la gran escala, mediante puertas correderas de grandes dimensiones, así como recuerdos de pasillos y muebles gaudinianos, que le añaden figuración a un conjunto eminentemente abstracto y reduccionista.