Acto III – Escena tercera

3-3

Resulta que la ciudad siempre tiene un ruido de
fondo, aunque al final termina por pasar casi
inadvertido a sus habitantes. Saturación, rutina.
De súbito, ahora se empieza a oír un sonido
diferenciado… Viene de la calle: al principio sólo
se distingue un leve estrépito — poco a poco se
convierte en un extraordinario lamento — siempre
en crecimiento — y termina por llenar toda la
atmósfera — a veces parece un gruñido trastor-
nado — otras se hace rugido iracundo — de gran
potencia — trueno sin alivio — ensordecedor…
Sin embargo de hecho no varía, aunque se tiene la
sensación de escucharlo en esas apariencias
diversas. Son como reflejos cambiantes de un
mismo insoportable haz deslumbrador.
La fuente de todo esto tiene que ser una garganta
poderosa, alimentada por unos extraordinarios
pulmones. Seguro que debe tratarse de un ser
monstruoso y terrorífico -¡encarnación del horror!-
que se arrastra hacia aquí, paso a paso por el
asfalto, entre el gorgoteo de sus fauces y el
chasquido de sus garras y escamas. Algo que
puede helar la sangre a cualquiera.
Pero, al fin y al cabo, ¿no es allá abajo, en la calle?
Y sin duda pasa de largo… Sin duda.

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